viernes, diciembre 23, 2016

Los cuentos de mi hijo son míos

Acabo de descubrir a mi edad (siempre llego tarde) que me encantan los cuentos infantiles; más que cuando era pequeño. Son cosas que pasan cuando tienes un niño: acabas transformándote tú también en uno, con la ventaja añadida de que tu experiencia como adulto te permite admirar las cosas bien hechas.

Así que no nos vamos a engañar: los cuentos de Álex ahora son más bien para mamá y papá. Aunque no los entienda del todo porque es muy pequeño (ahora mismo tiene un año y medio), tú los puedes ir contando de forma que los comprenda.

Que sí, que el tiene cuentos de la Peppa Pig esa y de animales que hacen "Muuu" y "Cuac, cuac", pero también tiene este:

Yo mataré monstruos por ti

Sobre humanos que sueñan con monstruos y monstruos que sueñan con humanos en mundos paralelos. Y los dos tienen miedo el uno del otro.

El miedo es elástico, como un chicle. Se hace pequeño, hasta desaparecer, cuando tú te creces.

También tiene este otro, con el que ha aprendido que se llama a una puerta para entrar en una casa, que los dragones hacen "joooooorg" y tienen una cola muy larga, y que los monstruos también escuchan música:

Julia y la casa de las criaturas perdidas

Con estos cuentos, no solo espero despertar su imaginación, sino también que aprenda a ver el arte que hay detrás de unas buenas ilustraciones y una buena historia. Creo que si, desde pequeño, se expone a cierto estándar, de mayor querrá reproducirlo de alguna manera o, sencillamente, disfrutar de obras de calidad, lo que a su vez le enriquecerá más que cualquier cosa menos trabajada.

Por eso, además de la "Gallina Turuleca" o "Tengo una vaca lechera", también le ponemos la música que a nosotros nos gusta (aunque luego sé que acabará escuchando reggaeton) para que luego le sea más fácil admirar cosas un poquito más complejas o profundas.

Por supuesto, sin forzar nada. Si el niño se aburre, haces el gorila o te metes una alpargata en la boca mientras ladras.

Por lo menos recordará que su infancia estuvo llena de monstruos, hadas, magia y diversión.

sábado, diciembre 10, 2016

Me estoy convirtiendo en un maldito maniático de la música (y de todo en realidad)

Ser más musicomaníaco que yo es difícil, y aún así he cancelado el Google Music, que me permitía el acceso inmediato a miles de discos.

Pero ¡¿por qué?!

Todos los días escuchaba música mientras trabajaba. No lo acababa de ver, pero era una distracción más. Tras experimentar unos días trabajando sin música (y sin miraditas furtivas al Facebok, pero eso es otra historia), puedo confirmar que mi productividad habrá aumentado por lo menos un 30%.

La culpa la tuvo este libro:



¿Acaso no es este "deep work" a lo que un maldito obsesivo controlador aspira todos aspiramos?

El caso es que, por otra parte, quiero recuperar ese mayor aprecio que tenía antes por la música, cuando, curiosamente, era más difícil acceder a ella. Mi propósito es escuchar música de forma más activa y selectiva, poniendo un disco de principio a fin, mientras me tomo --¡qué cojones!-- una cerveza sin gluten. Eso es justo lo que más echo en falta en esta era de música digital,

Así que a tomar por culo mi cuenta de pago de música en streaming; no la necesito.

A partir de ahora me impongo el límite de escuchar menos música y hacerlo con calidad. En realidad, se trata de tiempo. Cuando tu tiempo es limitado, lo valoras mucho más. No quieres malgastarlo en cosas que ni fu ni fa.

El plan es compaginar la escucha de material que ya tengo con momentos de descubrimiento musical o, como mi amigo Pablo dice, de expansión:


Con la dificultad añadida de no tener tiempo ni para cagar, es decir, de ser padre y, además, contribuir a la economía del hogar.

Eso significa que quizás no tendré tiempo para escuchar discos enteros, o quizás uno cada semana. Creo que lo importante es escuchar lo que pueda, pero con atención plena. Y ese dinero que gastaba antes en una suscripción, usarlo para comprar discos que realmente merezcan la pena.

De todos modos, supongo que tiraré de las recomendaciones de Spotify, o incluso de YouTube y Lastfm como fuentes de descubrimiento musical; sitios estos últimos donde descubrí joyas como el Wavering Radiant de Isis o el Afreaka! de Demon Fuzz, y grupos como The Mayan Factor o Woods of Ypres.

No sé por qué, pero a veces los comentarios de los usuarios me dicen mucho más que la crítica de una revista especializada. Hay historias detrás de esos comentarios que hacen del descubrimiento algo mucho más ameno.

Bueno, a ver qué tal el experimento.